Sigmund
Freud nació el 6 de mayo de 1856 en Freiberg, Moravia. En 1873, cuando contaba con 17
años, Freud ingresó en la Universidad de Viena como estudiante de medicina en un ambiente de antisemitismo creciente. En 1881 se graduó como médico y poco después empezaron sus investigaciones como tal,
interesándose especialmente en el campo de las terapias.
Su interés científico inicial fue la
neurología, aunque con el tiempo sus investigaciones se fueron derivando hacia
la vertiente psicológica de las afecciones mentales. Estudió en París la
técnica de la hipnosis para poder aplicar en tratamientos de la histeria. Con
el tiempo, bajo este campo de la hipnosis fue aprendiendo y la reemplazó por la interpretación de los sueños
centrándose con ello en la búsqueda y rememoración de traumas, de esta manera
fue abriendo paso al desarrollo de una teoría etiológica de las neurosis más
diferenciadas. Así fue como Sigmund dedicó su vida al psicoanálisis a través de
los sueños.
Aportó innovaciones en dos campos: por
un lado, una teoría de la mente y la conducta humana, y por otro, una técnica
terapéutica para personas con afecciones psíquicas. Fue también un
revolucionario en cuanto a conceptos del pensamiento moderno, ya que él
intentaba lo que nunca se había hecho; darle al concepto de lo “inconsciente”
un estatus científico, proponiendo una mente dividida en capas dominada en
cierta medida por una voluntad primitiva más allá de la esfera consciente y que
se manifiesta en forma de chistes, lapsus, actos fallidos, sueños… esta teoría suscitó mucha polémica en aquella
época.
Su aportación probablemente más conocida
fue el libro “La interpretación de los sueños” donde Freud explica también la
existencia de un preconsciente que sería el intermedio entre lo consciente y lo
inconsciente, demostrando así la posibilidad de que cuando existen pensamientos
o recuerdos demasiado dolorosos, tenemos la capacidad de expulsarlos del
consciente para que pasen a ser parte del inconsciente, manteniendo así
reprimida su afectividad psíquica y retornando en síntomas como los comentados
anteriormente; lapsus, sueños, etc. A este problema se le llamaría represión.
La teoría que aportó Freud a la ciencia
para intentar explicar la forma de operar de la mente, fue la de una misma
estructura dividida en tres partes. El Ello, el Yo y el Superyó. El Ello
representa los impulsos primigenios del ser humano, el Superyó sería lo que
contrarresta al Ello, representando lo moral y ético del ser humano, y el Yo
sería la parte dividida entre ambos, actuando entre nuestras necesidades más
primitivas y morales.
En cuanto a psicoterapia y psicoanálisis
muchos métodos fueron causa de polémica pero aún así consiguió desarrollar e
introducir la llamada “cura del habla” que haría posible la mitigación e
incluso desaparición de síntomas histéricos y neuróticos a través de un
monólogo sin censura por parte del analista, es decir, éste, estaría ubicado fuera
del analizado y escuchando, evitando juicios morales o de valor, y sin entregar
satisfacciones sustitutas al analizado. Después, en momentos clave del trabajo
asociativo, el analista haría intervenciones para interpretar el material
expuesto por el sujeto analizado, con la intención de hacerle rememorar ese
recuerdo, pensamiento doloroso o humillante para que vuelva del inconsciente a
la consciencia, perdiendo así su poder patógeno y desapareciendo con ello los
síntomas que creaban dicho trauma a los pacientes.
Las
obras de Freud tuvieron un enorme impacto en las ciencias sociales,
especialmente en la Escuela de Frankfurt y la teoría crítica. Además, muchos filósofos
han discutido sus teorías y sus implicaciones en el contexto del pensamiento
occidental. El modelo de la mente de Freud se considera a menudo un desafío
para la filosofía moderna.